Hoy en día, una de las necesidades básicas e insatisfechas de la mayoría de los hombres casados es un amor cálido.
El sentirse viril y físicamente atractivo también es algo esencial para su bienestar.
Los que no experimentan esta sensación pueden llegar a enfermarse de preocupación o agotarse, en un intento inútil de reemplazar el amor con el trabajo.
En su mayoría, los hombres son demasiado orgullosos para solicitar atención y amor, y hasta para reconocer en su fuero interno cuánto ansían ambas cosas.
Es notable hasta qué punto un poco de afecto conyugal espontáneo puede distraer la mente de un hombre de sus preocupaciones. Ese afecto puede traducirse en una actitud claramente insinuante por parte de la esposa o bien en una manifestación expansiva sin propósito ulterior. Lo que realmente importa no es cuánta atracción física irradia una esposa sino cuánto amor ofrece. A las mujeres a menudo les resulta difícil ayudar a sus maridos a sentirse íntima y cálidamente amados, porque confunden amor y deseo, y muchas veces no desean entrar en el ámbito del segundo.
Pero el amor es infinitamente variado y lo mismo lo son las necesidades afectivas del hombre. Una de las exigencias más arraigadas en él es la sed de esa clase de amor que ha conocido desde su más temprana edad.
Libertad
Sin contradecir lo anterior, diremos ahora que hay que encontrar un equilibrio en la libertad. Una de las funciones de la esposa es hacer también de madre, sin duda alguna; y todas las casadas deben también aprender, por sí solas, el punto adecuado entre el exceso de protección maternal y la falta de ella. Este aprendizaje también le servirá con su marido, porque una característica masculina básica es el de deseo de sentirse libre.
Los hombres que se sienten encerrados se atrofian. Necesitan tener la seguridad de que, si quieren ir a reunirse con sus amigos o dedicar el sábado a su deporte favorito, sus esposas no se opondrán. Muy a menudo, cuanto más libres se sienten para hacer cosas los hombres, menos quieren hacerlas. Pero es importante que puedan sentirse libres para hacerlas si así lo desean. Nadie desea vivir con una persona que siempre le dice lo que tiene que hacer, o le hace sentir mal ante sus decisiones. La libertad, entonces, es una palabra clave en la salud matrimonial.
¿Cómo evitar que se sientan prisioneros? Pues bien, parece evidente que la mejor manera de evitar que un hombre se sienta atado es no atarlo. Esto implica amarlo lo suficiente como para darle la libertad de hacer sus cosas a su manera y disfrutar de sus pasatiempos preferidos, que muchas veces vienen a ser el complemento de su personalidad. También significa darle libertad para que disfrute de la compañía de otras personas.
Por otra parte, muchísimas mujeres, que son sumamente comprensivas en lo referente a la necesidad que experimentan sus maridos de alternar con amigos, se afligen indeciblemente si ellos demuestran el menor vestigio de interés en cualquier otra mujer. Es muy posible que los hombres hayan adquirido el hábito de conversar con otros hombres en las fiestas, no tanto por preferir la charla masculina, sino porque tienen miedo de hablar con las mujeres. Temen que si llega a parecer que disfrutan en la compañía de otra mujer, la propia se pondrá celosa.
Los maridos, y las esposas también, necesitan comprobar de vez en cuando cómo le caen a otra gente. ¿Qué finalidad tiene la vida social, si no es la de estimularnos, dándonos puntos de comparación a fin de que podamos volver a casa trayendo algo fresco y nuevo que aportar a la sociedad conyugal? Ello no solamente contribuye a que la persona se sienta más atrayente y completa, sino a que lo sea en realidad. Si tanto el marido como la mujer vuelven a casa, después de una reunión, con la impresión de ser más interesantes, es seguro que al mismo tiempo se habrá acrecentado el amor recíproco.
Sensualidad
Cuando dos personas que se aman experimentan a la vez atracción física, es difícil decir dónde termina el amor y dónde comienza el deseo. Todos sabemos la diferencia. Sabemos lo que es sentir un profundo y tierno amor sin deseo. Y muchos sabemos lo que es sentir deseo y placer intenso, sin que tenga nada que ver con el amor. Estas fluctuaciones de sentimientos son normales. Es más, son inevitables en toda la vida de casados. Cuando se trata del deseo físico, cada individuo – hombre o mujer – tiene una longitud de onda diferente, un ciclo distinto de necesidades. Los ciclos se repiten una y otra vez en el curso de la vida de cada uno. Las parejas más felices son aquellas que aceptan tranquilamente el hecho de que sus ciclos no pueden coincidir siempre.
Aun aquellas personas que comprenden que el deseo puede menguar y crecer, a menudo tienden a experimentar resentimiento por ello. Sostienen que el amor no debería depender de ciclo alguno, sino estar por encima de tales fluctuaciones. Naturalmente, no sólo debería estarlo sino que lo está, aun cuando nuestra capacidad para expresar el amor varíe. El amor físico es solamente un aspecto del amor total; este no siempre puede ser apasionado y, probablemente, tampoco sería bueno que así fuera. En el curso de la vida de un matrimonio, hay tiempo para experimentar toda la gama emotiva.
Algunas mujeres no sienten nunca exactamente la misma necesidad que los hombres en cuanto al amor físico, y nunca sienten igual placer. A estas mujeres les resulta muy difícil comprender el deseo del marido y encuentran no menos difícil el hacerle sentir que su amor es correspondido. Con todo, aun ellas pueden lograr muy buenos resultados si comienzan a trabajar el amor, a falta del deseo, para motivar su actitud para con su pareja. En el tiempo, pueden ir desarrollando otros aspectos de este ámbito, pero no es en este artículo donde desarrollaremos más dicho tema.
Sin embargo, terminaremos diciendo que hacerse el amor es una frase encantadoramente acertada, porque cuando dos que se quieren dejan de hacerse el amor en todas las mil pequeñas formas posibles, es casi seguro que su amor dejará de florecer. Hacerse el amor significa distintas cosas para cada persona. Sobre todo significa diferentes cosas para las mismas personas en diversos momentos. Puede tomar un cariz bastante primitivo, algo así como un escape a ciertas trabas. Puede en cambio ser, y muy a menudo lo es, un sentimiento de verdadera comunión espiritual. Puede tratarse de muchos detalles que muestren interés y atención al otro. Puede ser todo lo anterior…
En el matrimonio no tienen cabida los prejuicios sobre el amor, salvo la convicción de que el amor nace de hacerlo, de mil maneras, sin permitir que en el tiempo se extingan las demostraciones.
Fuente: Buen Vivir.