¿Quién dijo que el amor era ciego? A lo más que puede llegar es a tuerto. El carácter de algunos hombres es difícil de ocultar hasta a la más enamorada. La luz se enciende cuando esa personalidad empieza a perturbar, seriamente, la vida de familia.
El introvertido con su mutismo, el creído con su arrogancia, el perfeccionista con sus manías, el machista con su prepotencia, el celoso con su desconfianza….Pueden hacer insoportable la vida de pareja.
No basta con decir él es así, que le vamos a hacer y aguantar. Hay psicólogos que se dedican a enseñar cómo tratar a estas personas. Difícilmente cambiaran su forma de ser, pero al menos podrán modificar su comportamiento y, en consecuencia, hacer la vida más fácil a los que conviven con ellos.
EL MACHISTA
Debido a la educación que ha recibido, manifiesta su prepotencia recurriendo a chistes y comentarios que ridiculizan a la mujer. Se niega a colaborar en las tareas domésticas. No le gusta que su mujer trabaje fuera de casa y le gusta exhibirla en público, aunque rara vez se muestra tierno con ella.
¿Qué hacer. Tiene difícil solución, a no ser que sea medianamente razonable y se pueda hablar con él. Hay que actuar con mano izquierda, para que empiece a tolerar los cambios y no plantee conflictos. Es importante, no repetir el mismo esquema con los hijos.
EL CELOSO
Su tendencia a los celos, le lleva a desconfiar, injustamente, de su mujer. Permanece siempre en guardia. Interroga con frecuencia a su pareja. No le gusta que ella tenga colegas masculinos, que deba viajar por motivos laborales o vaya al cine con sus amigas. Es una persona insegura y le falta autoestima.
¿Qué hacer?. Si sólo tiene una leve tendencia a los celos, la mejor terapia es hablar con él. Cambiar de comportamiento o mentirle sería entrar en su juego. Si se puede, hay que intentar aumentar su autoestima, que es la raíz del problema.
EL INTROVERTIDO
Comunicarse le exige un esfuerzo muy importante y prefiere refugiarse en su mundo interior. Le gusta soñar, trabajar solo y construirse su propio ambiente. En la sociedad actual, estas personas se arriesgan a encontrarse afectiva y socialmente aisladas. Y, a vegetar a nivel profesional en puestos de mínima responsabilidad.
¿Qué hacer?. Hay que respetar su necesidad de soledad, pero no permitirle aislarse del todo. Hay que animarle a hablar, haciéndole ver que se le escucha. Si se demuestra suficiente paciencia y atención, puede que se tenga la oportunidad de oír algo original y fascinante.
EL MANIÁTICO
Es Don Perfecto. Está exageradamente pendiente de los detalles. Se muestra obsesionado por el orden y los horarios. Siempre, bajo su ideal de perfección, exige a los demás tanto como así mismo. Concienzudo y meticuloso en extremo, no admite excepciones.
¿Qué hacer?. Hay que respetar su necesidad de anticiparse y organizar. Su sentido del rigor y del orden. Ahora bien, cuando llegue demasiado lejos, hay que hacerle las críticas oportunas. Es importante que descubra el placer de relajarse. Y, poner límites con argumentos de peso o soluciones negociadas. Por ejemplo: la cocina corre de mi cuenta.
EL ADICTO AL TRABAJO
El adicto al trabajo sólo piensa en ganar la mayor cantidad posible de dinero y acumular poder o prestigio. Se pasa horas y horas en la oficina. Su agenda es un remolino frenético de compromisos. Apenas tiene tiempo para él, y menos, aún para su familia.
¿Qué hacer?. Proponerle actividades novedosas -ir al teatro o a cenar en pareja-, para que descubra el placer de la distensión. Emprender una política de ahorro para reducir el presupuesto familiar. Los psicólogos no recomiendan tomar medidas drásticas, ya que como todo adicto, un periodo de abstinencia, le provocaría temblores, insomnio o taquicardias.
Fuente: Terapia de pareja