Cuando dos personas deciden empezar una relación, pasan por un periodo de enamoramiento en donde prevalecen expectativas fantásticas e idealizadas de la futura convivencia. Los enamorados viven como en burbuja de ensoñación, todo es hermoso, perfecto y maravilloso. Pero, desgraciadamente la pareja “IDEAL” no existe, ya que pertenece al ámbito de las “ideas” y no de las realidades. Cuando la realidad de la convivencia en pareja se encarga de desmoronar ese concepto de pareja “ideal”, nos vemos obligados a enfrentar lo que en realidad significa vivir en pareja.
Es decir aprender a convivir positivamente con las diferencias y los conflictos, no hemos de extrañarnos de esta afirmación, cualquier pareja con algo de tiempo juntos saben que el conflicto es inherente a la relación, el problema no son los conflicto, es aprender a solucionarlos equilibrada y armónicamente, al menos hasta donde nos sea posible.Para convivir en armonía en el mundo real se hace necesario aprender a hilar fino y a manejar muchos matices para poder afrontar positivamente los múltiples conflictos que pueblan la vida cotidiana. Algunas veces estos “hilos” se harán nudos y convendrá armarse de paciencia para desenredarlos. Entonces, lo mejor es asumir con “normalidad” las tensiones y los conflictos que forman parte de la vida en común, y con una “buena” actitud hacer frente a estos conflictos.
Casi todas las parejas tienen uno o más temas conflictivos importantes, y que son recurrentes. Son esos temas, que uno sabe de antemano que al hablarlos uno de adentra en una “campo de minas”. Algunos los más frecuentes temas conflictivos para las parejas son: la relación con las respectivas familias de origen, La educación de los hijos., La distribución de las tareas domésticas y el uso del espacio y el tiempo (es decir orden / desorden y ocio), El manejo de la economía, la infidelidad, los celos patológicos, los problemas de comunicación, la grave problemática de la violencia doméstica, la distribución de la jerarquía, es decir quién manda y por supuesto la sexualidad.
Sería conveniente para cualquier pareja, hacer una pequeña lista con los temas conflictivos que son significativos, e intentar buscar la resolución de los mismos empezando con los más sencillos y poco a poco ir “afinando” las estrategias de negociación. Algunos consejos sencillos para esto son:
1. DISCUTIR SOLO CUANDO LOS ÁNIMOS ESTÉN CALMADOS: Cuando las emociones como la ira, la rabia, la frustración son muy fuertes es recomendable tomarse un tiempo para “tranquilizarse”, ya que no se puede decir que sean un buen momento para la comunicación.
2. ESCUCHAR EMPÁTICAMENTE: Estos implica escuchar sinceramente al otro, esto requiere el esfuerzo de meterse en el universo del otro, de entenderlo, de ser verdaderamente empático.
3. ESCOGER UN SOLO TEMA: Es muy frecuente en las parejas que se entrelacen diferentes temas entre sí. Se puede empezar a hablar sobre la educación de los hijos, y misteriosamente, acabar enganchados en una discusión sobre lo mucho que gasta el otro (dejando sin resolver el primer tema).
4. HABLAR EN PRIMERA PERSONA: El vicio de criticar o de interpretar lo que se dice, está muy arraigado en nuestra cultura.
5. IGUALAR LAS POSICIONES: Para que una negociación justa sea posible, ambos tienen que tener la misma fuerza y peso para decidir, porque si sólo uno se sacrifica en pos del otro, esto no puede acabar bien.
6. CEDER EN BÚSQUEDA DEL PUNTO MEDIO: Para que un acuerdo sea efectivo debe satisfacer a ambas partes. Si uno cede más de la cuenta, puede tener la sensación de haber perdido en sus objetivos en algún punto del camino, o sentirse como si estuvieran suspendidos en el aire, no saber quién es o que se quiere. Negociar implica tener en cuenta los intereses de ambas partes y esto sólo es posible partiendo de una actitud generosa. Vivir en pareja requiere querer al otro como a “ti mismo”, ni más ni menos.
7. SALIR DEL AISLAMIENTO Y MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA: Para tener una relación equilibrada es importante tener ratos de tranquilidad, de diversión, de compartir con los amigos, de perder el tiempo juntos, en definitiva de ocio y disfrute, porque ello contribuirá a que ambos nos sintamos más relajados y más satisfechos con nosotros mismos. Estar en contacto con el exterior ayuda a relajarse.
¿Las dificultadas sexuales y el conflicto en la pareja?
La vida sexual de una pareja se puede interpretar como una especie de “termómetro de la relación”; una forma de saber qué tal se encuentra nuestra relación de pareja. Puede ser que solo sean unas decimas por lo cual, las acciones a tomar no tienen porque ser tan radicales, en otros casos puede indicarnos que la cosa es más grave por lo cual es posible que se necesite acudir a un especialista que nos ayude a dislumbrar salidas. Resulta obvio que la sexualidad cambia en la medida que una relación de pareja evoluciona, la pasión desenfrenada propia de la etapa de noviazgo da paso a una vida sexual estable, que no por ello ha de ser aburrida, la frecuencia sexual no es que disminuya sino más bien se normaliza, se podría decir que lo anormal es el inicio, el apetito sexual se auto-regula en el seno de la relación.
Ahora bien, la sexualidad humana es un campo muy sensible a problemas de otra naturaleza, no debemos olvidar que estamos hablando de algo tan complejo como el deseo. Esto implica que si la comunicación falla, que si la confianza se diluye, si la sensación de apoyo y comprensión mutua se disipa, si el rencor le quita el sitio al amor en el espacio emocional, si las viejas rencillas se acumulan, si la distancia emocional entre ambos miembros de la pareja crece cada día, el totalmente lógico pensar que en esta situación sea muy difícil que el deseo sexual pueda florecer.
Mucho de las demandas que hacen a nuestro centro por falta o disminución del deseo sexual, terminando siendo derivadas a terapia de pareja, ya que como hemos vistos los conflictos irresueltos impactan con especial rapidez el ámbito de la sexualidad de pareja.
¿Qué pasa con los hijos?
No hay nada más transcendental para una pareja que la experiencia de ser padres. El nacimiento del primer hijo, por más que sea extremadamente deseado, transforma toda la vida de pareja y usualmente pone la estabilidad de la pareja a prueba. Nada tan falso como aquello que los hijos “unen” a las parejas en crisis. Todo lo contrario, o pueden precipitar una separación, o profundizar los conflictos, pero ahora con nuevos protagonistas, “los pequeños”. Aunque parezca raro, muchas parejas ponen a sus propios hijos en el medio de sus problemas: “ve y dile a tu padre o madre… tal o cual cosa”. Esta situación se denomina triangulación, es decir, los hijos forman un triangulo, son obligados a tomar parte o a participar de los conflictos de sus padres. Y como se puede esperar, esto es sumamente perjudicial para el desarrollo evolutivo y emocional de los hijos. De hecho esta experiencia está en la base de muchas patologías en los adultos; hablamos de depresiones mayores, de trastornos obsesivos compulsivos, incluso de algunos tipos de psicosis. Por ello, conviene saber que a veces es preferible, de cara a los hijos, una separación “sana” que un mal matrimonio artificialmente sostenido.
¿Cómo ayuda la terapia de pareja a solucionar los conflictos en la pareja?
La terapia de pareja, puede ser un espacio muy propicio para el re-encuentro de la pareja. De entrada hay que saber que no se trata de un espacio milagroso, que se requiere de la colaboración activa y protagónica de la propia pareja. Digamos que el terapeuta es un mediador estratégico, entre los muchos malos entendidos que se van acumulando en la propia historia de la relación de pareja.
La terapia puede ayudar a unir o a negociar una separación “sana”. Aquí está en juego lo que realmente desean las parejas, algunas están muy comprometidas con el proceso, digamos que ponen toda la carne en el asador, otras vienen “medio” obligadas y con una aptitud negativa frente a la terapia, en otros casos al menos uno de los miembros de la pareja viene a terapia, con la decisión firme de separarse pero con miedo a enfrentar la situación, y para descargarse de la culpa, acceden a hacer una terapia no porque crean en ella, sino por demostrarle a su marido o mujer, que ellos estaban dispuestos a intentarlo todo, pero que no funcionó. Pero esto obviamente es una trampa, ya que de antemano se está convencido de romper la relación, o de no ceder en sus posturas. Para que una terapia de pareja sea efectiva, se necesita el compromiso, la voluntad, el esfuerzo y las ganas de hacer que la relación vuelva a funcionar.
Fuente: sexologias.com